El pasado 25 de Mayo, alrededor de dos millones de personas en 436 ciudades repartidas a lo largo de 52 países, según reportan diferentes sectores de la Organización y multitud de activistas independientes a través de sus cuentas en las redes sociales, salieron a la calle para decir NO  a los cultivos a partir de semillas genéticamente modificadas introducidos entre otras multinacionales por la norteamericana Monsanto.

No ha sido la única acción de protesta que los ciudadanos europeos y de otros países han venido llevando a cabo a lo largo de los últimos años. Probablemente la labor de activistas, investigadores, científicos, asociaciones en defensa del consumidor, ciudadanos preocupados y responsables, algunos jueces y medios de comunicación y, en definitiva, de una parte importante de la opinión pública, ha ido provocando que varios gobiernos se hayan visto obligados a vetar progresivamente los productos y cultivos derivados de los GMO y a instar a la Comisión Europea a que tomara cartas en el asunto. Así, el único material genéticamente modificado autorizado en Europa en 2012 era la variante MON810, patentada por Monsanto y que ya había sido prohibido unilateralmente vetada por países como Francia, Alemania, Austria, Grecia, Hungría, Polonia, Luxemburgo y Bulgaria. En 2011 Hungría había destruido 1000 acres de campos de maíz OGM de Monsanto. Rusia prohibió el maíz de Monsanto en septiembre del año pasado…

Quizá a causa de toda esta oleada de presiones sobrevenidas desde todos los frentes ha hecho que Monsanto haya decidido retirarse del mercado europeo, parcialmente. El portavoz corporativo de Monsanto, Thomas Helscher, anunció a través de la agencia de noticias Reuters el pasado 31 de Mayo, tan sólo 6 días después de las protestas globales contra su compañía y los GMO’s: «Vamos a vender las semillas modificadas genéticamente sólo donde gocen de un amplio respaldo por parte de los agricultores, de un amplio apoyo político y de un sistema regulatorio en funcionamiento. Hasta donde estamos convencidos, esto sólo se aplica a unos pocos países en Europa hoy, principalmente España y Portugal», agregó.

No sucederá, por tanto, lo mismo en España y Portugal. Como reza su propio comunicado, Monsanto seguirá actuando en aquellos países donde reciba el apoyo de sus Parlamentos. Este es el caso de España, tal y como desvelaban los famosos cables de «Wikileaks». En uno de ellos, esclarecedor, se puede comprobar cómo el Gobierno de España presionaba a la embajada estadounidenses para que intercediera en favor de la implantación de la industria de las semillas genéticamente manipuladas (GMO’s) en la Unión Europea, a tenor de los acontecimientos  mencionados que reflejaban el creciente rechazo al tema. Quizá así, se pueda entender que por ejemplo la ex-misnistra de Ciencia e Innovación (?) Cristina Garmendia era, hasta entrar en el Gobierno de Zapatero, presidenta de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio), el mayor lobby pro alimentos transgénicos y fármacos biotecnológicos que hay en España (dominada por otros lobbies como la Fundación Antama o las mayores multinacionales de transgénicos del mundo: Monsanto y Syngenta).

España era en 2008 el productor del 30% del trigo transgénico cultivado en la Unión Europea. Según la propia Fundación Atama, uno de los grupos de presión o think tank más influyentes en esector agrario y biotecnológico impulsor de los transgénicos, en 2010 el cultivo de maíz BT ha alcanzado las 76.575 hectáreas, representando el 23,2 % del total sembrado en el país, la caída en las variedades transgénicas ha sido menor que en las convencionales. Mientras que estas últimas han visto reducida su superficie en 20.422 hectáreas respecto a la campaña anterior, los cultivos modificados genéticamente retrocedieron 3.131 hectáreas.

¿Es una buena noticia por tanto que Monsanto haya decidido retirarse de la mayoría de países de la UE? En teoría sí, pero teniendo en cuenta el maravillosos caldo de cultivo que el sector de las GMO’s tiene montado en el sur de Europa, en la Península Ibérica, y que ellos mismos avisan de que sólo actuarán en aquellos países donde la legislación sea indulgente y favorable a sus propósitos, cabe pensar que simplemente estamos ante una estrategia de retirada temporal, a la espera de mejores condiciones para acometer su enésimo ataque en el intento de controlar y monopolizar el mercado de las semillas a nivel mundial.

Mientras ese momento llega, en España y Portugal seguiremos «disfrutando» de sus estupendas variedades de cereales y hortalizas resistentes al RoundUp, el veneno inventado por ellos mismos para asegurar una «cosecha sin plagas». Pero ese es ootro tema, que trataremos en próximos artículos…