El pasado día 23 de Febrero Larutanatural se trasladó a Valencia para cubrir la «Feria de productos ecológicos y consumo responsable», como ellos se autodenominan, BioCultura 2013. Para informar con total libertad, decidimos ir anónimamente, como unos consumidores más. Así tendríamos la oportunidad de sentir el verdadero trato que se la da a «un consumidor responsable», ese que hace las preguntas incómodas.
Lo primero que me llamó la atención fue el lugar designado para la feria. Situado a las afueras de Valencia, en el recinto denominado Feria de Valencia, el Pabellón 8 es una mole de hormigón, plástico, cemento armado y metal digna de recordar. En el interior, después de abonar los correspondientes 6 euros, más 1 para el ropero, y traspasar un megalómano hall de dimensiones desproporcionadas, se apiñaban cientos de puestos de todos los tamaños y categorías. Es curioso pero, a modo de reflexión particular, uno se imagina una feria de productos ecológicos y consumo responsable en otro entorno, más accesible sin necesidad de utilizar vehículo, en un ambiente más natural donde el participante pueda integrarse con la naturaleza y los productos que ésta rende en su zona.
En general, podríamos dividir la Feria BioCultura en 2 apartados: Alimentación y una mezcla ecléctica en la que tenían cabida desde calcetines fabricados con supuesto «bambú ecológico» hasta terapeutas de toda índole ofreciendo sus servicios.
La primera parte, alimentación, domina el 80% de la Feria y la división principal del pabellón. Como podemos observar en el mapa y el listado de los comercios y los puestos, la gran mayoría podría desglosarse en la siguiente lista:
- Tiendas de productos ecológicos y herbolarios locales
- Huertas ecológicas locales
- Productores, Agricultores y Ganaderos
- Restaurantes y Bares «ecológicos»
- Productos específicos ecológicos
- Asociaciones e Instituciones
– Otros. Entre los que podríamos destacar a espacios auto-sostenibles o ecoaldeas, productores de humus de lombriz o el creador de un producto asombroso originario de las m0ntañas de Andorra del que ya hemos hablado en Larutanatural, el nectum de abeto. De este «sector» nos ocuparemos más tarde.
Una vez adentrándonos en la Feria llega la segunda sorpresa o por definirlo mejor, el segundo choque entre lo que uno piensa que iba a ser una feria de este tipo y lo que es en realidad. El espíritu, la finalidad, el objetivo es exclusivamente comercial. Me explico. Al tratarse de una Feria de Productos Ecológicos y Consumo responsable, uno piensa que se va a hacer hincapié en estos conceptos, explicando la procedencia tanto de las materias primas como de los productos, incidiendo en aspectos fundamentales relativos al transportes, envasado, distribución y almacenamiento de los mismos y creando un espacio para que el consumidor entre de lleno en ese concepto de «consumo responsable», que lo hace plenamente partícipe del proceso comercial que se lleva a cabo cuando decide comprar un producto para consumirlo en su casa y con su familia.
Pero no. Allí una decena de bares y restaurantes se disputan el hambre, y la gula, de los «clientes». Casi nadie pregunta, casi nadie cuestiona. ¿De dónde viene este producto? ¿Y el sello ecológico, qué significa exactamente? ¿Puedo estar seguro que las condiciones laborales de los trabajadores que han participado en su proceso de producción han sido las correctas? Ni rastro de nada de esto. Miles de vasos y platos de plástico se almacenaban en los cubos de basura, que posteriormente se llevarían al reciclaje. Alguien debería explicarles a los responsables de la feria que el reciclaje está bien como parte de la solución, pero que las plantas de reciclaje son un agente contaminador enorme en sí mismas y que el negocio que se genera alrededor de ellas no tiene mucho que ver, precisamente, con la ecología. Pero estábamos en la feria, en el negocio de los productos ecológicos. Desde 2 euros hasta 5 podías comer pizza, un bocadillo de chorizo, una ración de paella o unas cuñas de queso y jamón; todo ecológico y certificado. Acompañarlo de una de las variedades de cerveza o vino ecológico sólo añadía 2 o 3 euros más al ágape. Según datos de la organización, cerraron el evento con más de 20.000 participantes. Echen cuentas. Por supuesto, un servidor se llevó el bocadillo de casa.
Por supuesto no podían faltar las míticas degustaciones. Por momentos, quien esto escribe se trasladó a los pasillos del Carrefour y pudo observar, y degustar porqué ocultarlo, cómo la gente se hacía los dedos huéspedes con las muestras de queso, jamón serrano, pan, aceite, dulces y un sinfín de productos ecológicos.
No dudamos de que los productos allí ofrecidos sean de la máxima calidad y de que muchos de los comercios allí expuestos sigan estrictas reglas a la hora de llevar a cabo su producción pero el espíritu de la Feria no era explicar porqué es importante consumir productos ecológicos, o qué hace que un producto sea ecológico, o qué impacto tiene este tipo de consumo en la economía local. Muchas de las personas que estaban allí trabajando eran trabajadores contratados para el evento. No sabían dar razón de la procedencia de los productos, de los métodos de producción, distribución, almacenaje o envasado. El negocio estaba allí mismo, en atender a cuantos más clientes mejor en el tiempo dado. Bastante tenían con atender al siguiente cliente y su pedido para 7 personas. Pocas preguntas fueron respondidas con tranquilidad y ganas cuando encontramos algún responsable de los comercios o puestos a los que nos acercábamos.
En medio de tanto puesto ofreciendo comida y bebida se encontraba la caseta del CAECV (Comité d’Agricultura Ecològica de la Comunitat Valenciana). Yo iba con la lección aprendida y había leído completo el REGLAMENTO (CE) NO 834/2007 DEL CONSEJO de 28 de junio de 2007 sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos y por el que se deroga el Reglamento (CEE) no 2092/91. Sabía, por tanto, que en España las competencias al respecto de producción ecológica dependen de las CC.AA. y, por tanto, de como éstas decidan aplicar dicho Reglamento. Algunas de ellas, en uso de sus competencias, delegan en instituciones y empresas privadas la supervisión y aplicación de dichas normativas (caso de Castilla La-Mancha o andalucía). En Valencia es el CAECV el encargado de revisar y actuar en el tema que nos ocupa. La persona representante del organismo nos atendió y respondió a nuestras preguntas con bastante exactitud. Conocía los Reglamentos y normativas y mostraba una opinión práctica sobre el asunto ante un supuesto «nuevo propietario que quería introducir cultivos ecológicos en sus tierras». El hecho es que, como sabemos, son multitud las excepciones que el Reglamento permite y desarrolla a lo largo de su articulado a la hora de introducir elementos externos a la propia naturaleza a la hora de certificar la producción de procedencia «ecológica». Y así fue reconocido por este representante. Depende del lugar, depende de las circunstancias, de las necesidades económicas del momento, un cultivo o producción puede ser considerada ecológica o no. Y luego está el espinoso tema del periodo de «conversión a la agricultura ecológica», con su respectivo etiquetado, que da lugar a muchas dudas y confusiones entre los consumidores.
Una vez satisfecho el hambre, al «consumidor responsable» se le ofrecen una serie de actividades (no confundirnos, se desarrollan durante todo el día) de diversa índole que, para hacer honor a la verdad, son la parte más productiva, positiva y ecológica de la Feria, aunque nunca pierden de vista el carácter comercial del evento. Por mencionar algunas de las más destacadas o curiosas:
- Elaborar queso en casa, por elaboradores.com
- ¿Por qué un huerto en la escuela?, por Montse Escutia, Ingeniero agrónomo, secretaria de la asociación VidaSana
- Introducción a la aromaterapia científica según la escuela francesa, por Ana Roselló Ilivares, www.cositasbuenas.com
- Concierto Meditativo Cuencos de Cuarzo, por Javier Bellón, animaquarz.comAquí tenéis el programa completo.
Si bien es cierto que el programa de actividades era bastante interesante y completo, la afluencia a muchas de las mismas fue escasa. El grueso de los participantes, al menos en el tiempo que estuve allí (más de 8 horas moviéndome), se repartía en la planta baja, entre los puestos.
Los puestos. Esto nos lleva a la segunda parte o división de la Feria, dedicada a toda suerte de materias. Al ser preguntada por la procedencia de las cañas de bambú de la que se extrae la «baba» con la que se fabrican unos «calcetines terapéuticos» ideales para la transpiración del sudor, hablaron de cultivos en Murcia y las Islas Canarias, donde no se da el bambú de forma natural al menos en cantidades que hagan viable su transformación y comercialización. Nos llamaron la atención unas gafas para descansar la visión, que en lugar de lentes llevan una especie de rejilla de plástico. Parlamentamos con un artesano de instrumentos musicales que no quería que sus productos fueran fotografiado porque «no estábamos comprando nada». Compramos un cepillo de dientes ecológico. Rebuscamos entre toda clase de libros esotéricos o descubrimos porqué es ecológico un buen sellado de las puertas y ventanas de la casa.
Pero como hemos apuntado, también nos encontramos con agradables sorpresas en la Feria. Por citar algunas, queremos mencionar a la «Aldea de Retiro», un espacio dedicado a la permacultura y desarrollado la familia de un escultor que tuvo el sueño de vivir de manera diferente.
También conocimos a Michel Baylocq y su nectum de abeto, del que ya hemos hablado extensamente en estas páginas, y que nos descubrió un producto tradicional, local, ecológico y riquísimo.
Por allí estaban también organizaciones y asociaciones de larga vida y experiencia y que vienen desarrollando una gran labor en la difusión de la permacultura y los métodos de vida y consumo sostenibles, como MamaTerra quien lleva a cabo un maravilloso Festival Ecológico de la Infancia dentro de la feria BioCultura o Asociación VidaSana, quien organizaba el evento.
En conclusión, BioCultura Valencia fue una experiencia intensa en cuanto a cuestionamiento de valores que transmitimos a la sociedad cuando hablamos de ecológico o sostenible. Si bien este tipo de Ferias conllevan elementos positivos como la interacción entre los participantes y comercios, la difusión de productos desconocidos y de conceptos alternativos a los comunes, no lo es menos que el marcado carácter comercial y circunstancial del evento, sin trascendencia más allá del mismo, y la cantidad de dinero que se genera y que es gestionado por manos provenientes de todos los lugares posibles hacen aconsejable repensar este concepto para que el consumidor se vea beneficiado primando lo formativo y lo coherente con la conducta verdaderamente ecológico al impulso económico puntual de un sector, objetivo principal reconocido de este tipo de eventos.